martes, 4 de enero de 2011

Yo, la protagonista de aquella peli.

Te sientas a ver algo. Te ves reflejada en cosas que ves. En esas promesas que uno hizo diciendo que cambiaría, en las que tu misma hiciste en su boca y te aseguraste una y otra vez que cambiaría.
Sientes su angustia, las lágrimas que recorren su cara por esa persona a la que tanto ama; por la que estaría dispuesto a cambiar.
Y continúas sintiendo con ellos: en la pantalla ellos y tú en tu butaca. Recuerdas el escalofrío que sentiste recorriendo todo tu cuerpo en tu primera vez, la delicadeza de él tratando de que aquello no sea tan complicado para ti; recuerdas tu primer beso; sientes cómo poco a poco te vas dejando ir y te abandonas a sus manos, a sus caricias y a sus deseos. Sigues con ellos la historia pero ahora los protagonistas no son ellos, sino que lo eres tú y la persona con quien has vivido esos momentos. Y quizá sientes que esa persona ya no esté en tu vida de esa forma, y a la vez te tratas de animar pensando que si ella no está es porque no tuvo que estarlo nunca y tiene que venir algo mejor para ti.
Sientes la alta velocidad, las motos, ese aire y te imaginas aferrada a ese piloto de carreras de una noche con ese cinto, y eres tú su chica. Quieres sentir ese peligro, es absurdo, pero lo deseas con todas tus ganas. Y yo me lo imaginé, subida en esa moto amarilla detrás de él y confiando mi vida a otro. Intenso, con adrenalina por do quier, apretándolo tan fuerte que no pudiera respirar, acompasando sus acelerones con tus suspiros... Viviendo intensamente.
Y la ves a ella, que ha comenzado su nueva vida, ademas él se entera cuando menos se lo espera, se derrumba, siente el peso del mundo que se le ha venido encima. Lo que más quería, lo que más quiere y lo que siempre querrá. Ella. Yo solamente quiero dejar de hacer las comparaciones pertinentes, que pare ya de parecerme lo ocurrido tan real. Pero no puedo. Yo también sentí cómo el mundo se derrumbaba cuando vi que se iba con otra y que era feliz.
Su familia de por medio, la del otro lado, esa que no quiere saber nada de ti porque eres un malote... Ellos no saben lo que ha habido en tu pasado, no saben nada de ti. Pero ella sí lo sabe. Yo también sé lo que hubo en tu pasado, que no fue fácil que lloraste mucho y muchas veces fue en mi hombro. Lo hiciste conmigo, y yo soy la única con quien tú te has desahogado, la que te ha visto llorar como a nadie. Y nadie puede entender por qué te quiero...
Y él huye como desearías haber hecho tú, haberlo olvidado todo, haber cogido la moto y haber desaparecido. Empezar de cero. Dejarlo todo. Nada ni nadie lo puede impedir. Es tu decisión. ¿Cobarde? Quizá. Pero mi decisión está tomada. Me voy. Se acabó. Nos veremos cuando vuelva a estar preparada.
Y aunque la película acaba aquí, él en el extranjero y yo todavía aquí, la historia es la misma. El allí y con la cabeza aquí y yo aquí tratando de tener la cabeza allí.

Solo hay un problema: sigo sin ser capaz de tenerte a mi lado.


Gracias Federico Moccia por ofrecernos una historia tan real, tan perfecta, tan bonita, tan dura... Gracias a ti Marina por llevarme a esa película. Gracias a Mario Casas y a Maria Valverde por esa interpretación que me ha hecho escribir esto y sentir otra vez como antes. Gracias a DE.E y a EME, sin ellos tampoco sería posible escribir lo anterior.
Lo dicho, GRACIAS.